jueves, 10 de diciembre de 2015

Confesión.

Son muchos años los que llevo prolongando este momento. En los que únicamente veía lo bueno de la vida, en lo que pasase lo que pasase siempre intentaba tener una sonrisa sincera en el rostro para todo. No quise ver el mal que era, lo poca cosa que era. Me engañé a mi mismo una y otra vez, me creí que de verdad merecía ser feliz y que era alguien importante en la vida. Que esta me tenía algo preparado, algo por lo que merecía vivir. Pero hoy vuelvo a ver todo lo negativo que he evitado estos años.

He sido siempre alguien que jamás ha creído que no era alguien en la vida, que todo el mundo, todo, estaría siempre delante suya, que sería mejor que él. Siempre he sido un don nadie, un cero a la izquierda y me negué a verlo. Dejé que la ilusión y las ganas de querer vivir se apoderaran hasta de mis propios pensamientos. Pero a medida que pasan las cosas y el tiempo vuelvo a darme cuenta de que el mundo estaría muchísimo mejor sin mí. De que lo único bueno que puedo hacer por él es desaparecer. Porque cuando ni siquiera puedo ayudar a la persona que más quiero, cuando me doy cuenta de que no soy motivo suficiente para sacar una sonrisa. Sé que me he equivocado en la vida, que he hecho cosas que puedo considerar mis grandes errores. Pero, me cuesta volver a ser el hombre que he sido. El chico que siempre sonreía y que buscaba el lado bueno de las cosas.

No puedo más. No puedo. Vuelvo a caer en la espiral que me lleva a querer morirme, a no querer molestar a nadie. A ser un hombre sin nada. Dentro de una armadura, inalcanzable para el mundo. El chico borde que siempre respondía con mal tono. Porque... ¿Para qué? Es una pérdida de tiempo que el resto del mundo gaste un misero segundo en preocuparse por mí. No merece la pena. No merezco la pena. Sólo soy un inútil que da palos de ciego en la vida. Que no creía que llegase a enamorarse y que cuando lo ha conseguido sabe que quiere perderlo, que no quiere perderla.

Peco de confianza en muchas ocasiones y en muchas más de palabrería. Porque sí, mis palabras en muchas ocasiones pueden traer tanto reacciones como buenas. Peco de saber vivir cuando como aquel que dice aún no he dejado de mamar del pecho de mi madre. Cuando ni siquiera sé vivir por mi cuenta. Peco de iluso. Pienso que en la mayoría de ocasiones no tiene porqué haber mal detrás de una acción. Que si yo hago las cosas con una intención siempre se va a ver esa intención. Pero, ya da igual. Sólo tengo ganas de encerrarme en mi armadura y esperar a que la muerte me llegue.

Ya dejé de temerla y esperé placenteramente a que llegase. ¿Por qué no volver a hacerlo? ¿Por qué no vivir sin más en una vida vacía? Es triste, patético e incluso en ocasiones cómico. Mi vida es una broma de mal gusto que quien sea que la gobierne se está quedando jodidamente a gusto. Y es que... Joder. Noto como la única cosa que me importa se resbala de entre mis manos e intento agarrarla con fuerza pero no puedo. No puedo. Se escapa, se escurre y temo que acabe por irse.

Y da igual si estas palabras no son creídas, si simplemente se quedan en lo que son, palabras. Pero de verdad te necesito, y tú sabes quien eres. Aunque creas que no haces nada en mi vida, aunque pienses que me conformo o simplemente creas que puede haber alguien mejor. Te equivocas.

Mantienes unidos los pedazos de mi vida, le das un sentido y por encima de todo. Le has dado una razón por la que seguir cuerdo, por la que seguir óptimista. Sin ti sé que me habría rendido mucho antes. Que habría tirado la toalla y habría vuelto a mis hábitos de soledad. Que me habría refugiado en mi "cueva" en el rincón donde no tengo que mantener contacto alguno con la gente. Dónde lo único que tengo delante es una pantalla, un teclado y algún que otro videojuego. No quiero ser eso de nuevo, no quiero dar un paso atrás y caer. No quiero.