jueves, 15 de octubre de 2015

Sin más.

Hay días en los que pienso que es mejor no despertar, no asomar la cabeza por el mundo y quedarse enterrado entre las sábanas a la espera de que la cosa mejore. Hay días en los que no apetece vivir, en los que todo te puede y te lleva hacia abajo. Te arrastra, te atrapa y te mantiene hundido hasta que en algún momento consigues ver la luz y volver a sonreír.

Aunque sonreír es fácil y difícil a la vez. Fácil si encuentras con quien hacerlo, con quien poder hacerlo sin miedo a resultar herido. Pero difícil, muy difícil cuando esa persona no está, cuando se va, se aleja y lo único que puedes hacer es extrañar. Extrañar esa complicidad, esas miradas, esos silencios que transmiten todo en un segundo. Como si de un estallido se tratase, como si de verdad ambos fuésemos uno.

Y es increíble la rapidez con la que la tristeza y la nostalgia nos atrapan. En cuestión de un instante, en apenas unos segundos es capaz de borrar la más amplia sonrisa que mi rostro ha esbozado, el brillo de mis ojos que reflejaban los suyos. Y es que la tristeza se apodera de mi mente en el instante en el que su mano se separa de la mía, en el que su aroma se aleja tanto que no soy capaz de identificarlo, en el momento en el que mis ojos no pueden ver su silueta y yo no puedo sentir su presencia.

Tantas cosas perdidas en tan poco tiempo, tantas cosas que se necesitan pero que por desgracia sólo en ciertos momentos tengo. ¿Por qué? ¿Por qué no puedo ser feliz siempre? ¿Por qué no puedo tenerte siempre? A veces, por no decir siempre, desearía poder pedir un deseo. Sólo un deseo. Tan poco pido más.

Pero supongo que da igual. Que los problemas de un don nadie, de nadie destacable no tienen si quiera importancia para la mayoría de personas. Porque muchas creerán que es normal, que son las cosas de la vida o los inconvenientes que surgen cuando algo así sucede. Pero... Odio esos inconvenientes. Odio no poder tener lo que necesito siempre. Odio estar separado de ella. Odio no poder besarla, no poder dormir con ella. Odio no poder verla nada más despertarme. 

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